Se lo tragó el mar convirtiéndole en lágrimas de alegría y pena. Es mi estado bipolar su recuerdo. Y me acuerdo de su mirada y de aquel brillo y se me quiebran las ideas. Más tarde, pienso en Dios y se reafirman mis ganas de no creer en él, de odiarle como si existiese.
Te fuiste cuando empezaba a vivir y ahora tengo que vivir en estado de ausencia todo lo que queda.
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