Por las que no somos como ella.
Ella era la brisa después de una tarde de verano. Yo era la tormenta en el mar, sus olas, su fuerza.
Nunca supe caminar en tacones pero con mis zapatillas hago camino, ya que no hay caminos, sino estela de los que caminan sin quitamiedos.
Ella era el día claro, radiante como el mismo sol. Y yo pues... pues yo era la noche, intensa y oscura, aquella que sólo unos pocos se atreven a explorar, a vivir, esa que le da miedo a los cobardes.
Me gusta arriesgar, cambiar constantemente porque sino la vida para mí no tendría sentido, ya que eso es lo que más vale de estar aquí, poder cambiar cuando quieras, donde sea y a la hora que quieras.
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